lunes, 9 de abril de 2012

La vuelta

Siempre tengo la misma sensación cuando salgo de mi pueblo. La sensación de vacío y la tristeza domina mi mente, se asienta en mi interior  y no me abandona hasta que transcurren varios días. La intensidad de la sensación no depende de lo bien o mal que haya pasado los días, tampoco del buen o mal tiempo. Es siempre la misma. Da igual que el tiempo transcurrido haya sido una hora que todo un mes.

Muchas veces he pensado que soy de ese tipo de individuos que aman la nostalgia  y gastan un romántico de tiempos pasados, en desuso. Puede ser. El caso es que no es algo que me suceda solamente a mi. He visto a tipos del pueblo, tipos de corazón duro, que dos o tres días antes de la partida están tristes, como idos, caminan sin rumbo, algunos lloran.

Mi tierra se ubica como encajonada entre Galicia, Portugal. Morriña y saudade se mezclan creando una sola senación cargada de nostalgias. Allí, el tiempo transcurre despacio, silencioso, como el primer  arroyo que surge del manantial sin apenas agua. La vida se vive, se siente y se sufre con parsimonia, sin aspavientos.

La mayor parte de las gentes de mi tierra son de los que vuelven, rezan a sus muertos, viven nuevas historias juntos en la taberna, comparten risas, lloros, abrazos, besos y se conjuran para verse días después. Siempre hay un hasta luego. Un hasta luego para encontrarse nuevamente, en el mismo lugar, con la misma gente y con alguna piedra nueva.

 A veces, el encuentro es con los muertos. A veces, se vuelve en un cajón de madera, rodeado de todos, entre los mismos abrazos, besos y lloros.

Siempre se vuelve.

1 comentario:

  1. Lo digo siempre: hay que jubilarse pronto y volver a la tierra elegida para el descanso post era-laboral. Y por "jubilarse" no me refiero a llegar a la edad de jubilación, hay que hacer números y salir de espantada lo antes posible... Y al mundo que le den pomada...

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